Buen amigo, fiel perro, has muerto de la odiada
muerte, de la temida, de la que te escondiste
bajo la mesa tanto… Tu amorosa mirada
se ha clavado en la mía en la hora breve y triste.
Oh vulgar compañero del hombre, ser divino
que el hambre de tu dueño gustoso compartías,
que acompañar supiste el pesado camino
del ángel Rafael y del joven Tobías.
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